Y es que ayer fue un día verdaderamente raro, y aunque claro cualquier día con isabel, mi mejor amiga, es como llevar un electroiman en una chatarreria, solo que en vez de metales, atraemos cosas raras
Y claro, como cuento yo esto:
El caso es que fui con Isabel a un sex-shop de la zona de chueca, a comprar una cosa para un amigo, que nos la había encargado (es cierto, no es ninguna escusa, y si tú lector te crees muy inteligente insinuando, algun tipo de lio sexual entre mi mejor amiga y yo te diré que llegas muy tarde y estas tan equivocado como los anteriores).
Mientras ojeabamos distintos artículos, la puerta se abrió alcé mi vista y dije:
- Ostia, mi tía
Y en efecto, por la puerta había entrado una tía mia, que hacía poco se había separado de un tío mio, me dio una mezcla de ataque de vergüenza y de risa. Durante un rato le di la espalda no sabiendo que hacer, hasta que tuvimos que salir a llamar a este amigo, y pasé por su lado sin mirarla, mientras no podía contener mi risa.
Al volver a entrar,ya no esta yo estoy convencido de que era mi tía. Mi padre, al contarselo dijo que estaba loco, que tenía alucinaciones, y que le daba mucho a las drogas.
Tiene cojones, cruzarme con un familia en un sex shop de verdad...
Y hablando de drogas, y mi padre, para coronar el día, va mi padre y me da una bolsa de maría, la verdad es que fue un día atípico.
Con vosotros la tercera parte de historias de un bar, no sigue el montaje original, es una variación porque lo veo más interesante.
Os recomiendo que leais los anteriores relatos de historias de un bar, los publico los martes.
Os dejo con ello:
Estaba solo en una sala, todo estaba oscuro salvo una mesa en el centro de la sala, en ella un espejo, un espejo con el ansiado polvo blanco. No podía moverse, no sabía por qué, sólo sabía que quería llegar a esa mesa y tomar lo que tanto ansiaba. Algo nuevo aparecía en la escena, al principio no reconoció a la persona, era alguien de su estatura, e incluso vestía igual que él, era alguien que tenía un rostro avejentado, con horror reconoció que era él, se dirigía ese clon suyo al polvo blanco, se preparó la ralla con sumo cuidado y cogiendo un canuto, aspiró, pareció una eternidad mientras oía el sonido de la nariz aspirando aquello, resonaba en su cabeza, levantó la vista y observo a esa figura fiel reflejo de si mismo pero más viejo, parecía vacía, sin vida, sin sustancia, vio como un reguero de sangre salía de la nariz y como se desplomaba en el suelo.
Antonio despertó sobresaltado, tenía esos sueños desde hacía dos semanas, desde que las cosas en casa volvieron a ir mal, sus padres se peleaban y se echaban mutuamente la culpa por algo de su hermano, sobresaltado después del sueño y recordando que llevaba dos meses sin meterse, desde que Javier lo llevó al centro de desintoxicación, ahí le habían ayudado mucho pero aún sentía el mono de vez en cuando y en las últimas semanas más, en alguna ocasión había sentido que no podía seguir, pero después algo en lo más hondo de su mente y de su ser le decía que podía seguir, que tenía que seguir. Había recibido una carta de su hermano, en ella le decía lo orgulloso que estaba de su decisión, no sabía como se había enterado pero solo le importaba que su hermano estaba orgulloso.
En ese momento recordó uno de los momentos más dificiles de esos últimos meses, un compañero de clase estaba pasando algo de hachís a unos chavalines, Antonio por instinto le avisó de que venía un profesor. El pavo le dio las gracias y más tarde se encontró con una bolsita con el condenado polvo blanco en su taquilla, la apretó en su mano y la guardó. Despues se dirigió al pavo que venía y él le contestó:
-Nada, un detallito, si quieres más, podrías currar conmigo.
Antonio no sabía que responder, llegó a casa entró en su cuarto y se encerró, observó la bolsita encima de su mesa, sentía la necesidad de abrirla y meterse toda aquella mierda, pero pensó en sus amigos, en Javier que le había ayudado tanto, en Marga su novia, la cual lo había estado pasando muy mal, pasó cuatro horas mirando la bolsa, al final se levantó fue al cuarto de baño y cerró la puerta con pestillo e inspirando fuertemente tiró la bolsa y su contenido por el retrete.
Al día siguiente el mismo tío le dijo:
- ¿Qué, que tal?, A que era de calidad, ¿trabajarás conmigo?.
- No, no la probé y no quiero nada que ver con drogas.
- Nada madre Teresa -respondió el otro- tú mismo.
- Otra cosa -dijo Antonio-, si te veo volver a pasar a chavales de 14 años aunque se una chinita te abro la cabeza de una hostia.
El tío se alejó de Antonio, mientras se alejaba sonreía para si mismo, había ganado una batalla, pero no la guerra, aunque estaba decidido a ganarla.